La Malinche de Laura Esquivel, una novela necesaria

La Malinche de Laura Esquivel, una novela necesaria

24/10/2021 0 Por escribodeviajes
Esta novela histórica nos acerca a una mujer excepcional que está más vigente que nunca, La Malinche de Laura Esquivel.

Por Arturo González Canseco

Laura Esquivel es una autora mexicana reconocida a nivel internacional por su novela Como agua para chocolate (1989). El universo femenino simbolizado a través de la cocina es el sello con el que cautivó al gran público. El libro fue traducido a más de 30 idiomas.

La adaptación cinematográfica en el año 1992 rompió todos los récords de taquilla. 

Esquivel es originaria de la Ciudad de México, perteneciente a la prolífica generación de escritoras mexicanas que nacieron en la década de los 50. 

Fue en 2006 cuando publica su novela dedicada a la mítica Malinalli.

Los orígenes

Lo que más me cautivó de La Malinche de Laura Esquivel es el rescate de la cosmovisión prehispánica. A través de un tono intimista la narración nos permite comprender la forma de observar y habitar el mundo de una mujer indígena que vivió uno de los hechos históricos más asombrosos de la historia humana.

Laura Esquivel se basó en las pocas menciones que existen en las crónicas sobre Malinalli para dar paso a un trabajo imaginativo que reconstruye una época que no acabamos de comprender. 

Esta novela es un llamado a reintegrar ese pasado a nuestro presente. 

La Malinalli que recrea la novela es una mujer orgullosa de ser hija del maíz. Anhela el regreso de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, estrella de la mañana a quien venera como su protector.

Una mujer con muchos nombres

El nombre de nacimiento de la Malinche fue el de Malinalli. La intención de reivindicar a este personaje dentro de la historia de México se palpa cuando Laura Esquivel comienza a relacionarla con los símbolos más representativos que tenemos.

Lo hace con la Virgen de Guadalupe. Se explica que la palabra malinalli tenía como significado “zacate sagrado”. Este material se utilizaba para la creación de mantas. Así que en el día doce, del mes doce, en el doceavo año de la llegada de Cortés, la aparición de la Virgen se da en el manto de Juan Diego hecho de malinalli. 

Malínal-Xóchitl o Flor de Malinalli era también el nombre de la diosa lunar-terrestre que fundó su pueblo, Malinalco. Lugar del Estado de México, hoy en día perteneciente a la denominación de Pueblos Mágicos

Para el tiempo de la conquista la bautizan con el nombre de Marina

Lo más interesante es observar que llamarla Malinche es un equívoco ya que así era como le llamaban a Cortés, no a ella. Malinche significa “el amo de Malinalli”.  

Esto permite dimensionar la relevancia de la mujer intérprete. Cortés ya no era importante en sí mismo sino que lo destacable era que siempre iba acompañado de Malinalli. El señor Malinche.

Algo que no se registra en la novela pero que han estudiado investigadoras como Margo Glantz es que también se le llamaba Malintzin. Esa terminación, como en Tonatzin, era usada para las deidades. 

El poder de la lengua 

Otra de las riquezas de este libro son las ilustraciones que acompañan la narración, esto permite una lectura ágil muy recomendable para poder acompañar a las mujeres viajeras.

A cargo de Jordi Castells, los episodios más relevantes en la vida de Malinalli son interpretados también de manera visual. 

Allí es muy claro observar la presencia protagónica de Malinalli en este proceso histórico. La novela de Laura Esquivel rescata la importancia de una mujer que ejerció de facto la responsabilidad de dar vida a un nuevo mundo. 

La narración del momento cumbre que fue el encuentro entre Moctezuma y Cortés se enfoca en esa lengua de Malinalli por la que pasan las palabras de la sumisión azteca.

Malinalli mira a los ojos al emperador, algo que estaba penalizado fatalmente. Lo hace no sin pesar por ver la caída de sus semejantes pero con la esperanza de que el español pueda de verdad representar el regreso de Quetzalcóatl

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¿Por qué actuó como lo hizo?

Durante la infancia de Malinalli en esta novela conocemos a su abuela. Es quien le enseña a hablar y descubre la facilidad de la niña para la palabra. Desde los dos años ya se expresa con precisión y a los cuatro su lenguaje es amplio y lleno de conceptos complejos.

Aprende a odiar a los mexicas porque mataron a su padre. Su madre hace vida con otro hombre por lo que regala a su hija cuando tiene cinco años. Allí comienza una larga travesía de cambios de dueño una y otra vez hasta llegar a manos de los españoles.  

En ese momento tuvo una esperanza. Ahora estaba con los hombres blancos y barbados, que como Quetzalcóatl, habían sido traídos por el viento. Eran muchas las señales. Su pueblo mismo hacía rituales en donde se teñían el pelo para simular el elote, veneraban el maíz, obsequio que les dio Quetzalcoatl para su sustento. Y ahora estos hombres aparecían con sus cabellos rubios. 

Malinalli sabía que era necesaria una renovación. En lo espiritual, en lo político y social. No estaba de acuerdo con los sacrificios humanos. Por eso se entregó en cuerpo y alma al cambio que se anunciaba en la tierra y las estrellas. 

Su relación con Hernán Cortés

Otra forma de minimizar el papel histórico de Malinalli es catalogarla como la amante del conquistador. Una vez más Laura Esquivel reclama justicia para acabar con las lecturas asimétricas de la historia. 

La historia de una mujer reviste la misma importancia que la de un hombre. 

La relación de Doña Marina y Cortés es de ambos lados de placer y de interés. El español encuentra en Malinalli la mujer capaz de traducir, interpretar, efectuar negociaciones, persuadir. Malinalli ve en Cortés la vía para dejar atrás una vida de esclavitud. Pero es de tal magnitud este personaje en nuestra historia que esa decisión de buscar su libertad va de la mano de echar atrás todo un imperio. 

Malinalli quería regresar al lugar místico de la grandeza del espíritu, Cortés quería el oro. El modelo mental de cada uno no podía estar más alejado. La Europa occidental de un lado, la Tula fundada por Quetzalcóatl en el otro. 

En la novela a Malinalli le intriga que a Cortés no le interese aprenderse la palabra en náhuatl para maíz, pero sí para oro. La cual era teocuitlatl, que significaba algo así como “excremento de los dioses”. 

Por eso en los encuentros sexuales que tienen se narra una ambivalencia. En ocasiones Malinalli se siente libre, goza el que su saliva deje la carga de construir la historia. En otros momentos se siente abusada.

La historia se sigue escribiendo

Como no podía faltar en una novela de Laura Esquivel, durante todo el relato aparecen aquí y allá los sabores de la comida. Hacia el final de su vida, en la casa en Coyoacán que comparte con Cortés, Malinalli inventa platillos con cacao, maíz o chapulines más los ingredientes del viejo mundo. 

Allí también nace el hijo que tuvieron juntos, Martín. 

Por siglos ese mestizaje quiso ser negado, rechazado, maldecido. Esta novela permite ir al corazón de Malinalli, lo que también significa ir al corazón de México. 

Es a través de los ojos de la protagonista que podemos recordar la espectacularidad de Cholula, Tenochtitlan, el Mercado de Tlatelolco, el Templo Mayor.

Mediante la historia y la literatura, La Malinche de Laura Esquivel evidencia lo simplista de un término como el malinchismo. Señalar a una mujer por sus acciones en lugar de comprender la extrema complejidad de aquel momento. 

La lectura de esta novela es necesaria para seguir comprendiendo la importancia de las mujeres en los diferentes periodos históricos de nuestro país. Malinalli, sor Juana Inés de la Cruz, Josefa Ortíz y muchas mujeres más también de nuestro presente que están escribiendo la historia día con día.


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